PARÍS
«París, para mí, ha sido una escuela de vida, con su ambiente, su luz, su atmósfera. Es en Francia donde yo he renacido».
Marc Chagall
En 1910 Chagall viaja por primera vez a París y se instala en un estudio en el barrio de Montparnasse.
No es de extrañar que Chagall decidiera ir a la capital francesa, que se había convertido en el centro del mundo del arte, atrayendo a todos aquellos jóvenes interesados en la cultura. Fue el centro de las vanguardias artísticas, donde confluían artistas fascinados por el ambiente bohemio, los cafés cosmopolitas, las posibilidades de formarse en las academias y museos, y, sobre todo, la existencia de los Salones que brindaban la oportunidad de exhibir sus creaciones.
París es la ciudad que le acoge cuando se ve obligado a abandonar definitivamente Rusia en los años veinte; la ciudad con la que soñaba durante su exilio americano, su segundo hogar. París le recibió con los brazos abiertos, y le dedicó una gran exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno en el año 1947. De nuevo, le cautivó su fulgor y su libertad (lumière-liberté).
La ciudad que tantas veces le dio la bienvenida y lo acogió, se convierte en una de sus principales fuentes de inspiración. En 1954, Chagall realiza una serie de litografías para Derrière le miroir, que son una declaración de amor a París. A través de coloridas imágenes representó sus elementos arquitectónicos más icónicos como la Torre Eiffel, el Panteón, Notre Dame… entre los que flotan sus personajes fantásticos.
Con sus creaciones Chagall rindió homenaje a París que, según él, «iluminó mi mundo sombrío, como si del sol se tratase».