PARÍS
Antoni Clavé se traslada a París el 5 de abril de 1939, el día que cumple 26 años. Como todos los españoles exiliados que llegan a la ciudad francesa, Clavé conoce a Pablo Picasso. La amistad entre ambos se fortalece durante la guerra y el vínculo creado se pone de manifiesto en las obras que Clavé produce en esa época.
Durante la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra, sus exposiciones individuales y colectivas con los “Espagnols de l’école de Paris” no le permiten aún vivir de su pintura. Su actividad como grabador y luego como escenógrafo y figurinista para teatro y ballet le garantiza ingresos. En 1949, alcanza la fama con Carmen, creada por Roland Petit en el Prince of Wales Theatre de Londres y después en el Théâtre Marigny de París. Clavé sabe que su reconocimiento como pintor debe emanciparse de su trabajo como decorador.
En 1955, su trabajo como ilustrador del libro de bibliófilo Gargantúa, de François Rabelais, renueva profundamente la iconografía de su pintura al introducir el tema de los Rois, que le darán notoriedad entre coleccionistas y el gran público. Son tótems oníricos que portan flores o pájaros como cetros, o fuman en pipa. Los Guerriers también comienzan a invadir sus lienzos. Proceden del relato de Rabelais, pero también están directamente vinculados a su experiencia durante la Guerra Civil Española.
En abril de 1956, la Sala Gaspar de Barcelona organiza su primera exposición en España. La carrera de Clavé adquiere proyección internacional en 1957, gracias a una muestra de su trabajo en la galería Beyeler de Basilea. Finalmente, en 1958, la galería Creuzevault de París organiza su primera gran exposición.
Gracias al éxito de sus exposiciones, Antoni Clavé puede ahora trabajar con grandes formatos y también liberarse de la figuración. Algunos “Guerriers” revelan una nueva forma y materia. A la composición de formas geométricas coloreadas y siluetas esbozadas le sigue la integración de diferentes elementos constitutivos del tema: pigmentos, collages e incluso viejas alfombras utilizadas como soporte a partir de 1957. Sea cual sea el motivo –rey, guerrero o naturaleza muerta–, lo esencial reside en el entrelazado de las materias sobre la tela, que conforman la imagen en la retina del espectador.

Guerrier noir, 1958. © Antoni Clavé, VEGAP, Barcelona, 2025