Marc Chagall (Vitebsk, Rusia, 1887-Saint Paul de Vence, Francia, 1985), construyó a lo largo de su vida un universo propio a través de sus pinturas y sus escritos, un mundo lírico, poético y fantástico en el que todo es posible. Un mundo de sueños y color en tonalidades que brillan. Colores intensos que dan vida a la escenografía y a los personajes, reales o imaginarios, que pueblan su obra.
De joven se instaló en París, donde permaneció la mayor parte de su vida, y estuvo en contacto con las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. Sus creaciones están influidas por el cubismo, el fauvismo, el surrealismo y el orfismo, pero sus ansias de independencia y libertad lo mantuvieron al margen de adscribirse a estos movimientos; fue un artista que creó un estilo totalmente personal y único.
Esta exposición plantea un recorrido por cincuenta años de trabajo y se centra en los principales temas que inspiraron su creación y su vida.
En primer lugar, sus orígenes y los recuerdos de su infancia. Las tradiciones rusas y judías que vivió desde niño. Su profunda espiritualidad dio lugar a creaciones muy intensas, especialmente las obras que se centran en la Biblia. Los acontecimientos históricos que se vivieron en Europa en la primera mitad del siglo XX, las dos guerras mundiales y la Revolución Rusa también hallan eco en sus pinturas.
La literatura fue una de sus pasiones. La exploró con sus propios poemas y escritos, además de a través de su amistad con editores y poetas, y también mediante la ilustración de libros. Otro de los temas centrales en creaciones son las flores y el amor. Contemplar los cuadros de este artista sobre su esposa Bella nos recuerda la sensación de estar enamorados, como si flotásemos en el aire.
Chagall creó un universo paralelo, único, lleno de vida y de colores vibrantes. Como él mismo declara: «En la vida, como en la paleta del artista, solo hay un color que da sentido a la vida y al arte: es el color del amor».